LA FORMACIÓN Y EL
DESARROLLO PROFESIONAL INICIALES DE LOS DOCENTES PARA UNA EDUCACIÓN INCLUSIVA
El mayor reto que enfrentan los
sistemas educativos del mundo es el de desarrollar escuelas inclusivas de
calidad para todos y todas; escuelas que acojan y atiendan la diversidad, y se hagan
cargo del aprendizaje de todos sus estudiantes, sin exclusiones de ningún tipo.
En la actualidad, existe un
creciente consenso en los países iberoamericanos acerca de las ventajas del
modelo de escuela inclusiva como un medio para reducir las inequidades de nuestros
sistemas escolares, incrementar las oportunidades de aprendizaje de los grupos
en situación de mayor vulnerabilidad, promover el ejercicio de la plena
ciudadanía y lograr una mayor cohesión social. Así, la inclusión ha comenzado a
considerado como un elemento indicativo
del buen desempeño de las escuelas.
No cabe duda de que el trabajo
del profesor se ha vuelto más complejo y exigente. El acceso a la educación es
crecientemente universal y, en consecuencia, la diversidad de la población estudiantil
es cada vez mayor. El profesorado debe poder responder a los retos que le
plantea el trabajo en el aula con estudiantes diversos en cuanto a capacidades,
ritmos y estilos de aprendizaje, intereses y motivaciones, condiciones
socioeconómicas, origen cultural y étnico, género…, en un contexto donde las
decisiones que impliquen algún tipo de segregación o exclusión en función de
tales diferencias son cada vez más cuestionadas y rechazadas por la comunidad
educativa y la sociedad en general.
Abordar las diversas necesidades
educativas de los estudiantes en el aula, no solo demanda conocer en
profundidad a los alumnos y los contenidos esenciales de la disciplina que se enseña,
sino también manejar una variedad de estrategias y medios educativos para
llegar a todos los estudiantes y asegurar que participen y aprendan. En este
sentido, la inclusión y la atención a la diversidad han vuelto más complejas la
planificación curricular y la evaluación.
A esto se agrega que en la
actualidad se espera que los docentes asuman una mayor responsabilidad por los
resultados de aprendizaje de sus estudiantes, los que en numerosos países son
medidos con base a estándares nacionales e internacionales, aumentando la
presión para las escuelas y sus docentes. Al mismo tiempo, las expectativas por
una educación de mejor calidad para todos se han acrecentado en las familias y
la ciudadanía en general, convirtiéndose en una demanda social sin precedentes
en muchos países de la región.
Todo lo anterior exige el
fortalecimiento de la profesión docente, un reto no menor tanto para las
políticas educativas como para las instituciones responsables de su formación.