martes, 27 de mayo de 2014

LA FORMACIÓN Y EL DESARROLLO PROFESIONAL INICIALES DE LOS DOCENTES PARA UNA EDUCACIÓN INCLUSIVA

El mayor reto que enfrentan los sistemas educativos del mundo es el de desarrollar escuelas inclusivas de calidad para todos y todas; escuelas que acojan y atiendan la diversidad, y se hagan cargo del aprendizaje de todos sus estudiantes, sin exclusiones de ningún tipo.
En la actualidad, existe un creciente consenso en los países iberoamericanos acerca de las ventajas del modelo de escuela inclusiva como un medio para reducir las inequidades de nuestros sistemas escolares, incrementar las oportunidades de aprendizaje de los grupos en situación de mayor vulnerabilidad, promover el ejercicio de la plena ciudadanía y lograr una mayor cohesión social. Así, la inclusión ha comenzado a  considerado como un elemento indicativo del buen desempeño de las escuelas.
No cabe duda de que el trabajo del profesor se ha vuelto más complejo y exigente. El acceso a la educación es crecientemente universal y, en consecuencia, la diversidad de la población estudiantil es cada vez mayor. El profesorado debe poder responder a los retos que le plantea el trabajo en el aula con estudiantes diversos en cuanto a capacidades, ritmos y estilos de aprendizaje, intereses y motivaciones, condiciones socioeconómicas, origen cultural y étnico, género…, en un contexto donde las decisiones que impliquen algún tipo de segregación o exclusión en función de tales diferencias son cada vez más cuestionadas y rechazadas por la comunidad educativa y la sociedad en general.
Abordar las diversas necesidades educativas de los estudiantes en el aula, no solo demanda conocer en profundidad a los alumnos y los contenidos esenciales de la disciplina que se enseña, sino también manejar una variedad de estrategias y medios educativos para llegar a todos los estudiantes y asegurar que participen y aprendan. En este sentido, la inclusión y la atención a la diversidad han vuelto más complejas la planificación curricular y la evaluación.
A esto se agrega que en la actualidad se espera que los docentes asuman una mayor responsabilidad por los resultados de aprendizaje de sus estudiantes, los que en numerosos países son medidos con base a estándares nacionales e internacionales, aumentando la presión para las escuelas y sus docentes. Al mismo tiempo, las expectativas por una educación de mejor calidad para todos se han acrecentado en las familias y la ciudadanía en general, convirtiéndose en una demanda social sin precedentes en muchos países de la región.

Todo lo anterior exige el fortalecimiento de la profesión docente, un reto no menor tanto para las políticas educativas como para las instituciones responsables de su formación.

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