DE LA EDUCACIÓN
ESPECIAL A LA EDUCACIÓN INCLUSIVA
José Manuel Juárez Núñez*, Sonia
Comboni Salinas** y Fely Garnique
Castro***
EL PROBLEMA DE LA MARGINACIÓN Y EXCLUSIÓN ESCOLAR DE GRUPOS VULNERABLES
Convivir y actuar según el
enfoque de la inclusión social es un proceso que requiere el involucramiento,
acciones coordinadas, unificación de criterios de todos y cada uno de los
actores sociales, desde el ámbito gubernamental hasta los "encargados"
de la formación de los educandos en las escuelas.
Una de las características de la
sociedad incluyente es la apertura de las escuelas a toda la población, de
manera que todos los que lo desean tengan cabida y puedan acceder a una
educación de calidad, permanecer en el sistema, participar en todas las
actividades y prácticas socio–educativas, como parte integrante de la comunidad
educativa y de la sociedad en general.
Equiparar oportunidades, reducir
las barreras al aprendizaje, atender a la heterogeneidad y satisfacer las
necesidades de todos los alumnos(as) es un reto difícil de lograr,
especialmente cuando insistimos en etiquetar, separar, distinguir o
discriminar. La escuela inclusiva no surge de la nada, sino que hay un largo
camino previo que se ha tenido que recorrer, desde la idea de educación
especial, a la de escuela de enseñanza especial, pasando por la escuela de
integración, atención a personas con necesidades especiales de aprendizaje y
llegando a la idea contemporánea de escuela inclusiva.
Sin embargo, para lograr una
escuela incluyente requerimos construir una sociedad incluyente, en la que
todos quepamos, con nuestras diferencias y particularidades, con nuestras dotes
y habilidades, con nuestros conocimientos e ignorancias. Una sociedad democrática
no de nombre, sino en la práctica, que haga sentir a todos sus miembros, a
todos los ciudadanos en igualdad de condiciones para participar de la vida
política, económica, social, cultural, con acceso a todos los servicios
particularmente salud, educación y vivienda. Una sociedad que dé cabida a todos
sin importar condición social, ni sexo, edad, creencias u origen étnico, y
todos tengamos los mismos derechos y obligaciones sin privilegios ante la ley y
de ninguna clase; esa es una sociedad inclusiva, que brinda oportunidades para
todos, sin la ideología de que ofrece las mismas oportunidades a todo mundo o
que hace iguales, porque, de hecho, existen diferencias, no sólo las
mencionadas anteriormente, sino también de capacidades intelectuales, de
intereses, de oportunidades sociales y de preparación remota, en otros
términos, existen clases sociales.
Una sociedad incluyente es, pues,
la sociedad que acepta en su seno a los miembros de las distintas clases
sociales, sin discriminación, sin exclusión ni limitaciones para el desarrollo
personal y colectivo. En términos de Bourdieu, diríamos que existen diferentes
capitales, no sólo económicos, sino sociales, culturales y simbólicos. Lo
importante es que todos los ciudadanos tengamos cabida en esa sociedad, sin ser
marginados de los campos en los que se desenvuelve la vida social comunitaria.
La escuela desempeña un papel fundamental en la transformación de la sociedad,
en el tránsito de la sociedad reproductora hacia la sociedad de la
transformación productiva con equidad y justicia; por ello, debe ser el pivote
en torno al cual gire la política de la inclusión social, de manera que la
sociedad se vea reflejada en ella y se construya como modelo de democracia,
libertad y tolerancia activa y creativa, es decir, en modelo de aceptación y de
respeto total a las diferencias.
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