domingo, 1 de junio de 2014

DE LA EDUCACIÓN ESPECIAL A LA EDUCACIÓN INCLUSIVA

José Manuel Juárez Núñez*,  Sonia Comboni Salinas**  y Fely Garnique Castro***

POLÍTICA DE INCLUSIÓN O DEMOCRACIA INCLUSIVA

La inclusión en el campo de la educación requiere de una visión no sólo nacional, sino internacional, como política orientadora para los países miembros de las Naciones Unidas. Por lo tanto, es importante reconocer que para la UNESCO:
La inclusión es un movimiento orientado a transformar los sistemas educativos para responder a la diversidad del alumnado. Es fundamental para hacer efectivo el derecho a la educación con igualdad de oportunidades y está relacionada con el acceso, la permanencia, la participación y los logros de todos los estudiantes, con especial énfasis en aquellos que por diferentes razones, están excluidos o en riesgo de ser marginados.
La política educativa referente a los niños con necesidades educativas especiales en todos los países no ha sido congruente a lo largo de la historia: desde una concepción separatista, segregacionista de creación de recintos especiales para niños con algún tipo de discapacidad, hasta la escuela de integración, sin tener en cuenta qué es la integración escolar, cómo se puede llevar a cabo y qué tipo de modificaciones curriculares se deberían haber hecho para lograrlo e, incluso, qué tipo de formación se debería dar a los maestros en formación y qué clase de capacitación a los que estaban en ejercicio; tampoco se pensó en dotarlos de auxiliares que apoyasen su labor en el aula cuando contaban con alumnos de estas características.
Ahora bien, las reformas democráticas deben pasar por la escuela, de manera que podamos formar ciudadanos del futuro bajo esta nueva visión de la sociedad. La democracia en la educación pasa primero por el acceso a la escuela, de modo que ningún ciudadano se quede sin escolaridad y todos –niños, jóvenes, adultos, hombres y mujeres, discapacitados o no– satisfagan sus necesidades básicas de aprendizaje.
Esta noción no se reduce únicamente a la ampliación de los servicios educativos, sino que se amplía para tomar en cuenta los contextos socioeconómicos, políticos y culturales de los alumnos y alumnas, con el fin de fomentar la adquisición de competencias que les permitan mejores aprendizajes, mejorar su calidad de vida y lograr un desarrollo económico, social y cultural que redunde en el mejoramiento de su desempeño profesional y en su calidad de vida.
No se trata entonces solamente de los principios básicos de la lectura, la escritura, expresión oral, el cálculo y la solución de problemas como objetivo final de la escolaridad, sino como base para alcanzar mayor desarrollo humano a partir de sus contenidos básicos, conocimientos teóricos y prácticos, valores y actitudes, necesarios "para que los seres humanos puedan sobrevivir, desarrollar plenamente sus capacidades, vivir y trabajar con dignidad, participar plenamente en el desarrollo, mejorar la calidad de su vida, tomar decisiones fundamentadas y continuar aprendiendo". Aunque estas necesidades básicas cambian según los países, las culturas y las épocas, hoy parece ser una necesidad básica, por ejemplo, el manejo de la computadora, el saber navegar en internet, a fin de tener acceso a mayor información y, posiblemente, a un trabajo.
Una democracia educativa así entendida sería insuficiente para abarcar a una cantidad de ciudadanos que con frecuencia son excluidos del sistema educativo, los discapacitados de cualquier tipo –unos más que otros pero segregados o, peor aún, discriminados por la sociedad, la escuela y los ciudadanos mismos.
Por ello, la democracia sin la reforma de la escuela está incompleta; y ésta, sin el cambio social, es una ilusión utópica.
Ante esta situación, algunos autores como Skrt (1995) proponen como punto de partida en la búsqueda de soluciones, el paso de la democracia simple hacia una adhocracia, entendida como la posibilidad de participación en las decisiones de todos los sectores de la sociedad –gubernamental, ciudadano– sin distinción de edades, sexos y condiciones socioeconómicas, políticas o culturales, de salud o de situación profesiográfica o civil.
Para este autor, la adhocracia es de carácter lateral y dialógico, lo que se opone a la burocracia. Es decir, la búsqueda de soluciones a los problemas enfrentados implica la participación de todos los miembros de la sociedad, cada uno con sus propias calificaciones y conocimientos. En un proceso de colaboración fundamentado en el respeto a la diversidad, se participa solidariamente aportando ideas para construir acciones que conduzcan a la solución de los problemas. Por tanto, no se necesitan especialistas. Esta concepción, trasladada a la escuela, da como resultado lo que se denomina escuela inclusiva.
Este tipo de escuela no es una utopía de unos cuantos pedagogos, es la decisión política de carácter mundial que en América Latina y el Caribe, se rige por los acuerdos del "Foro Consultivo Internacional de Educación para todos. Educación para todos en las Américas. Marco de Acción Regional"

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